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Fue más corto que pestañear. Duró lo que una centella, y silenció mi entendimiento como un lento y ahogado trueno. Ni siquiera puedo afirmar lo que pasó.  —¿No puedo?   Apenas consigo hilvanar los hechos sin perder la cordura. ¿Sucedió en una suerte de sistema paralelo? ¿O estoy aquí, en el ahora imaginario del relato? — Imposible.  ¿Deja de existir un universo porque tú lo niegues, o es una realidad que no es afectada por tu soberbia incredulidad? Me justifico:  —La experiencia tuvo que ser,  si no, no estaría acá. Y así Nada tiene sentido. Bajar en dirección a las estrellas va contra de toda lógica.  Caer o ascender, ¿Qué hace la diferencia? Atraído por la Tierra o por Mercurio. Lo mismo da. Apenas tenemos que aventurarnos a abrir un  hueco en el reducido espacio de nuestra mente y dar crédito a lo que existe más allá de nuestros humanos sentidos. Resbalé, sin dolor, sin aviso, sin motivo.  —Pero ¿Por qué no recuerdo? Espera, había alguien c...

El estornudo del gigante

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Del libro: Historias para niños grandes Entre las montañas, donde los vientos se esconden y la niebla suspende los picos nevados sobre las nubes, supo vivir una vez un gigante con ojos de caracol y corazón de gelatina. Su mirada le había copiado al cielo sus colores, y sus pupilas estaban llenas de estrellas de tanto recorrer el cosmos por las noches, su piel era áspera como las montañas, su nariz era como la entrada de dos cavernas y las pantallas de sus orejas le servían para escuchar tanto estruendo de los lejanos truenos como el susurro con que las abejas se transmiten sus secretos. Era muy , muy grande. Como no había zapatero que pudiera fabricar sandalias para sus pies, siempre andaba descalzo, los techos de las casas no rebasaban sus tobillos y los dedos de sus manos, gruesos como el tronco de un viejo roble, eran inútiles a la hora de arrancar flores, por eso inclinaba su cabeza hasta el piso para olerlas, como si estuviera besando la tierra, lo que agregaba dos extra...