Condenada a la hoguera
El enorme círculo incandescente apresuraba su descenso. Jirones de trazos rojizos avergonzaban al ocaso. El implacable verano cerraba los párpados somnolientos con su aliento pegajoso. La soledad gemía, huérfana. Una figura desgarbada deambulaba desafiando la inercia de la hora. La abúlica indiferencia de su espíritu enfermo regurgitaba por la ventana de sus ojos sin la más remota idea de su destino. Se diría que recién incursionaba en el siglo, apenas llegado de un planeta en extinción, sin interés de vivir ni esperanza de morir. Los minutos, las horas, eran vagas nociones del devenir absurdo del tiempo. Esclavo de la materia, ocupaba una dimensión paralela a la de su cuerpo. Dormido o despierto, no importaba. La pesadilla había borrado las barreras del consciente. Elevó la mirada, hasta ahora buscando huellas de serpiente en las rocas, y procuró encauzar su atención a algo más allá del universo. En vano. La colosal barrera del presente le impedía enfocar dimensiones lejanas. Su exist...